Historia del archivo y la Biblioteca

Catedral de Salamanca

Historia del archivo y la biblioteca

Catedral de Salamanca

 

Históricamente dentro de las instituciones eclesiásticas con frecuencia ha existido una constante preocupación por la diligente custodia de sus archivos, en principio para garantizar la buena gestión en el ejercicio de sus actividades. Para ello, algunas iglesias dictarán normas, incluso con anterioridad a Trento. Así ha sucedido con la Catedral de Salamanca, donde, desde los primeros momentos es extremó el celo por guardar sus documentos.

Desde el siglo XII, con el modelo de vida canónica regulada por regla monacal, patrimonio y archivos de obispo y del cabildo catedral se administraban en común. Seguramente a finales del siglo XIII, a pesar de que ya se diferencian sus economías, aún siguen unidos los archivos de la mitra y el de la catedral. Es posible que estos quedaran definitivamente separados algunas décadas después. Pero por desgracia no tenemos más informaciones del fondo catedralicio hasta ya entrado el siglo XVI. Para estos momentos, al igual que sucede en el siglo XIII, la custodia del archivo se seguirá haciendo en arcas repartidas por la iglesia, tal y como se hacía con los enseres de sacristía, y posiblemente muchas veces conjuntamente con éstos. Desde 1503 conocemos una disposición relativa a la tenencia de las llaves de los archivos; una será para el deán, otra para un canónigo y la última para un racionero. Esto evitaría la manipulación incontrolada de documentos. En estos momentos había tres arcas de documentos repartidas por el ámbito catedralicio: el sagrario de la iglesia, la sacristía y la Capilla de Talavera.

El cabildo siempre ha demostrado una gran preocupación por que el personal encargado del archivo tuviera una cualificación profesional. Tenemos constancia de la existencia de archivista desde 1604, puesto que primeramente ocupa el que fuera cronista del rey, Gil González Dávila.

Desde finales del siglo XVI se encontrará concentrada la documentación, especialmente patrimonial y económica, en un solo lugar. Prueba de ello la tenemos en un acta del cabildo de 1586, donde se da noticia de estarse construyendo una cajonera para albergar las escrituras. Ya a finales del siguiente siglo el archivo capitular se situará en unas estancias superiores a la entonces sala capitular, dentro del claustro, hoy actuales estancias de la pinacoteca del museo catedralicio, dentro de las propias dependencias de la contaduría de cuentas mayores.

En el siglo XVIII se irá adquiriendo una concepción generalista del archivo, pues en este primer núcleo de archivo se acaban integrando la casi totalidad de fondos del ámbito de la primera iglesia diocesana.

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En 1763, debido a las deficiencias detectadas para la custodia de documentos, se acuerda el traslado a otro lugar. Se prepara un proyecto para las sacristías de la Catedral Nueva y dependencias anejas, donde irán los depósitos. Diversas obras de emergencia impiden la ejecución de los trabajos. Después de muchos avatares, en 1764 se decide adaptar la palia donde estaba, y se construye una cajonería, donde se perfila el sistema de organización que ha llegado hasta nuestros días.

Nuevamente se detectan limitaciones en cuanto al espacio y la seguridad, por lo que hay que tomar una solución definitiva. Al encontrarse el claustro de la Catedral Vieja en una situación de grandes deterioros, se determinará proyectar su reconstrucción a dos niveles, incluyendo en sus espacios la contaduría y el archivo; estos se asentarán en el Claustro Alto. Los maestros de obra García de Quiñones y Román proyectarán la reconstrucción. Los primeros esfuerzos comienzan en 1783, quedando finalizada la obra del claustro hacia 1790.

El siglo XIX, con las desamortizaciones, y la abolición del diezmo y de señoríos (eclesiásticos,…) provocará la quiebra del sistema económico diocesano. La Catedral salmantina se verá imposibilitada para cumplir algunos de sus importantes fines; entre ellos el servicio benéfico-asistencial. Todos estos procesos originarán una merma en la producción documental y la salida de una importante cantidad de documentos a manos del Estado.

Pero el archivo será un organismo de servicio exclusivamente interno a la institución durante casi toda su historia. No será hasta mediados del siglo XX cuando se comience a abrir las puertas hacia la investigación. Ello se producirá de la mano del canónigo archivero Florencio Marcos.