¡Nacidos de la luz!, ¡Hijos del día! Vamos hacia el Señor de la mañana; su claridad disipa nuestras sombras y llena el corazón de regocijo.
Que nuestro Dios, el Padre de la gloria, limpie la oscuridad de nuestros ojos y nos revele, al fin, cuál es la herencia que nos legó en el Hijo Primogénito.
¡Honor y gloria a Dios, Padre celeste, por medio de su Hijo Jesucristo y el don de toda luz, el Santo Espíritu, que vive por los siglos de los siglos!
Amén.
DESCANSE EN PAZ